¿Quién soy yo?¿A qué me dedico?
Riojana de nacimiento, mis padres y yo nos vinimos a vivir a Las Palmas de Gran Canaria cuando yo tenía 2 años de edad. He crecido como hermana mayor de otros 3 hij@s que mis padres decidieron traer al mundo. Supongo que al pertenecer a una familia numerosa aprendí a acostumbrarme a los ruidos en el hogar, a las peleas constantes (pero insignificantes, vistas con mis actuales ojos) entre herman@s, a compartir en la mesa, a pensar en las necesidades de l@s más pequeñ@s, a servirles de ejemplo en ocasiones... He vivido como niñ@ (cuyo espíritu aún intento conservar) entre niñ@s, por lo que supongo, quizá, que el haber terminado estudiando la carrera de Magisterio no fue algo tan casual.
Desde luego, agradezco tener un título universitario en las difíciles circunstancias en las que se encuentra nuestro país actualmente, pero aún más agradezco tener curiosidad (para seguir mejorando y aprender de grandes profesor@s ), empatía (para intentar llegar al corazón del alumn@, para comprender lo que le preocupa y rescatar los valores y habilidades en las que podemos apoyarnos) y creatividad (casi toda aprendida de ell@s, l@s niñ@s, para intentar incorporar en las clases juegos y actividades divertidas). De esta manera, al igual que en mí misma valoro más los regalos internos con que el mundo me ha dotado (mis habilidades, mis valores, mis emociones, mis creencias...) que los externos que han venido dados por la educación y por la sociedad, en mis alumn@s también.
Hago lo posible por que dejen atrás lo que les han dicho que son ("eres buen@ en....", "se te dan mal los.....", "no estás hech@ para.....") y aprendan a apreciar un nuevo concepto (lo que realmente son) de ell@s mism@s. Partiendo de ahí, el aprendizaje viene solo. Por eso, dependerá en gran medida de lo que el/la alumn@ crea de sí mism@ (si cree que su letra es preciosa le cogerá el placer a escribir automáticamente, si cree que no sabe pronunciar "bien", le costará muchísimo repetir palabras en alto...). Así, mi trabajo principal en cualquiera de las materias que imparto consiste en hacerles dudar de sus propias creencias cuando éstas suponen un incordio o un estorbo para que el/la niñ@ aprenda en libertad, fluidamente.
Me gustan los niñ@s, me gusta pasar tiempo con ell@s, charlar con ell@s. Me gustan como me gustan la simplicidad, la autenticidad y la alegría en la vida.Me encantan los niñ@s que son niñ@s y se comportan como tal. Me gusta jugar con ell@s y me gusta que la gran mayoría no tiene vergüenza (casi siempre la vamos perdiendo a medida que cumplimos 10, 11, 12 años...) ni pelos en la lengua. Me gusta su transparencia y su verdad, que es casi siempre la verdad. De todo, creo que lo que más me gusta de trabajar con ellos es que me facilitan ser más humilde porque estoy alerta. Me explico. El oficio de enseñar es a veces peligroso porque siempre uno puede creer que está en posesión de la verdad. Facilmente, en un aula uno puede caer en actitudes superonas, y mucho más estando con niñ@s que continuamente idealizan el trabajo y los conocimientos del profesor. Así, siempre intento recibir a mis alumn@s con una actitud de apertura, de sentirme alumna yo también, con ganas de recibir yo de ellos tanto o más como ellos de mí. Así, si se produce ese intercambio genial e igualitario, al final de la clase se nota. Lo noto en mi interior. Ellos son los protagonistas de mi trabajo y me mantienen con los pies en la tierra. Finalmente, si hay algo más que intento esté latente durante todo el tiempo que paso con ell@s es el amor. El amor entendido como libertad y confianza para que se muestren como son, respeto mutuo y por lo tanto conocimiento de ciertos límites y cariño siempre y en todo momento para que se sientan apoyados.
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